Las Big Four, ¿ante el fin del oligopolio?

Ante el panorama acuciante en Reino Unido, las Big Four trabajan para adaptarse a los cambios regulatorios

“Son un club acomodado, un oligopolio”. Con estas palabras, ha calificado recientemente la cámara británica a las Big Four. Y es que, de un tiempo a esta parte, planea sobre las cuatro grandes consultoras a nivel mundial (o, lo que es lo mismo, sobre el devenir de Deloitte, EY, KPMG y PwC) la certeza de una inminente regulación legislativa (de momento) en Gran Bretaña que puede poner en peligro el futuro de estos gigantes internacionales. Ha sido el Presidente de KPMG en Reino Unido, Bill Michael, quien ha sorprendido a propios y extraños al reconocer ante los medios: “Es innegable que somos un oligopolio […] No creo que el sector pueda seguir funcionando de igual manera en el futuro”.

No obstante, ¿cómo se ha llegado a esta situación? La larga sucesión de escándalos ha contribuido a cargar de razones a aquellos, y cada vez son más, que vienen desde largo tiempo atrás demandando mayor regulación en el sector de las auditorías a grandes corporaciones y multinacionales. De ahí que el fantasma de una inminente intervención estatal se cierna con tanta fuerza en Reino Unido sobre las Big Four.

En 2001, el escándalo de Enron tuvo tal impacto sobre las grandes auditoras internacionales que pasaron de ser conocidas como el ‘Big Five’ al actual ‘Big Four’. El colapso y la bancarrota del gigante energético llevaron a la quiebra a Arthur Andersen, la firma que de forma tan negligente lo había auditado y que incluso fue condenada por un tribunal de Estados Unidos por obstruir la acción de la Justicia al destruir documentos de interés para la investigación.

A la hora de resumir los principales problemas de las Big Four, dos sobresalen: la ya citada cuestión del oligopolio que entre ellas conforman y el muy evidente conflicto de intereses que acaba produciéndose con la mayoría de clientes, a los que asesoran y auditan todo a un tiempo. No obstante, las cuatro auditoras siempre han alegado que su trabajo no consiste en buscar evidencia de mala conducta o en descubrir cuando un cliente está mintiendo. ¿Y qué dice al respecto la reglamentación por ahora vigente? Obliga a las Big Four a obtener “un nivel de seguridad razonable sobre la corrección de las cuentas”. Aunque de aquí se desprenda la premisa de que las grandes auditoras deben permanecer atentas a cualquier aparición de fraude, también deja un amplio margen a la libre interpretación.

Es obvio que existe una brecha de dimensiones considerables entre lo que las Big Four estiman son sus responsabilidades y las expectativas de los inversores y, por qué no decirlo, de los mercados y la sociedad en general. Resulta cada vez más habitual que la balanza se incline del lado que achaca y recrimina su parte de culpa a las auditoras. Crece y crece, por tanto, la exigencia de límites más estrictos entre sus áreas de negocio de consultoría y auditoría, y las Big Four se juegan el futuro en la respuesta que ofrezcan a este problema.

Ante el panorama acuciante en Reino Unido, las Big Four ya trabajan en planes de contingencia con los que hacer frente a la crisis de confianza que arrastran. A priori, se antojan dos las posibles soluciones: dividir cada firma en dos distintas multidisciplinares o parcelar el negocio de consultoría, para que cada Big Four cree una compañía que únicamente se dedique a auditar. Ambas medidas implican una redefinición integral del sistema imperante. Asimismo, hay ejecutivos de las grandes auditoras que se muestran contrarios a una fragmentación obligada del negocio, ya que la consideran “ineficaz”.

Más allá de lo que viene aconteciendo en el panorama británico, parece pertinente reflexionar acerca de si resultara beneficioso o acaso útil imponer esta separación de áreas de negocio solo en una jurisdicción cuando las Big Four operan en un entorno global; es decir, si el resto de países no emprende iniciativas legislativas similares en tiempo y forma a las de Reino Unido, las grandes consultoras seguirán gozando de amplio margen de maniobra para defender su trono actual, al tiempo que no cesan en su continuo ataque al middle market global, sabiendo ganar cuota de mercado a las firmas de abogados más tradicionales.

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